sábado, 19 de noviembre de 2011

PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN TEXTUAL

Ejemplo de comentario sobre “mecanismos de cohesión”:

PAN Y CINE
No se puede vivir sin comida, claro. ¿Y sin fábulas? Quizá tampoco. Los periódicos llevan hablando con auténtica alarma de la huelga de guionistas que comenzó el lunes pasadoben EE UU. Se refieren a ella como si fuera a provocar la falta de un producto esencial para la vida cotidiana. Algunos, para explicar su magnitud, recuerdan la de 1988, que duró 22 semanas y costó a la industria norteamericana 350 millones de euros. La actual podría duplicar esa cifra. Pero los números siempre esconden, o disimulan, un pánico moral. ¿Qué ocurriría si esa panda de locos -los guionistas- se pasaran un año sin inventar historias? ¿En qué nos afectaría a usted y a mí? ¿Será verdad que esta gente, al urdir los argumentos de las series de televisión, escribe también, sin que seamos conscientes de ello, el argumento de nuestra vida?
¿Es imaginable un mundo sin ficción? Definitivamente, no. Somos tan hijos de la
carne y de la sangre como de las caperucitas rojas, de las blancanieves, de las madrastras, de los pulgarcitos, de los gatos con botas, pero también de las madames bovarys y de las anas ozores y de los raskolnikofs y de los batlebys, por no hablar de los soprano y de los fraziers, de los seinfelds, o de los doctores houses. Desde que el mundo es mundo, mientras unos amasan el pan que comemos por la mañana, otros urden las historias que devoramos por la noche. Estamos hechos de pan y de novelas. El problema no son, pues, los millones de euros que podría perder la industria, sino las disfunciones que en el cuerpo social provocaría un desplome brusco de la ficción. Imaginen un mundo sin cine, sin novelas, sin cómics, si series de televisión, sin culebrones; sólo realidad a palo seco, o sucedáneos de las fábulas como los que nos sirven los políticos. Ese señor tan raro que se acuesta cuando usted se levanta es guionista. Un respeto.
Juan José Millás, El País, 9 de noviembre de 2007

Modelo de comentario de los mecanismos de cohesión del texto “Pan y cine”
Nos encontramos ante un artículo de opinión publicado por el escritor Juan José
Millás en el diario El País en noviembre del año pasado. La huelga de guionistas que estaba desarrollándose en Estados Unidos por esas fechas le sirvió al autor como excusa para hacer una reflexión sobre la importancia que tiene la ficción en nuestras vidas. Millás considera que se trata de un producto tan esencial para nosotros como podría serlo el propio pan (de ahí el título del texto, Pan y cine), pues le resulta imposible concebir un mundo sin novelas, sin películas, sin series de televisión… Por ello, les exige a sus lectores un respeto para los guionistas, porque son ellos quienes inventan todas esas historias que nos ayudan a evadirnos cada día durante un rato de la realidad.
Dentro de los mecanismos lingüísticos que ayudan a reforzar la coherencia del texto en el nivel gramatical, destacan la deixis, por una parte, y la elipsis, por otra. En cuanto al primero de ellos, podemos observar que el texto hay una deixis extratextual, social, que hace referencia a los elementos de la comunicación, en este caso, a sus participantes. En oraciones como “¿En qué nos afectaría a usted y a mí?”, el autor del texto se hace presente en el mismo a través de un pronombre en 1ª persona del singular (“mí”), y, al mismo tiempo, apela directamente a sus lectores utilizando el pronombre de 2ª persona en la forma de cortesía (“usted”). Pero lo más habitual a lo largo de todo el texto es que se elida el pronombre de 1ª persona del plural, de carácter inclusivo, con el que Millás consigue acercarse a sus lectores e involucrarlos en su razonamiento: [Nosotros] Somos tan hijos de la carne…; Estamos hechos de pan y de novelas. También, como es habitual, encontramos en el texto elementos que señalan a otros presentes en el propio discurso (deixis textual). Funcionan como elementos anafóricos algunos pronombres personales de 3ª persona (“Se refieren a ella” [a la huelga]; “sin que seamos conscientes de ello” [de que al escribir sus historias están contando también nuestra vida]) y numerosos pronombres relativos (“la huelga de guionistas que comenzó el
lunes pasado”, “mientras unos amasan el pan que comemos por la mañana”, “ese señor tan raro que se acuesta”, etc.).
La elipsis es otro mecanismo de cohesión muy destacado en el texto. Ya hemos comentado antes que encontramos varios casos de sujeto elíptico: [Nosotros] Estamos hechos de pan y de novelas; [Ustedes] Imaginen un mundo sin cine… La elipsis es más llamativa en otras frases en las que se eliden también el verbo y otros elementos: “¿Y sin fábulas [se puede vivir]?”, “Quizá tampoco [se pueda vivir sin fábulas]”; “Definitivamente, no [es imaginable en mundo sin ficción]”, etc. Otra elisión verbal importante es la que se produce en la tercera oración del segundo párrafo, en la que el verbo y el atributo (“Somos hijos”) no se vuelven a repetir a lo largo de toda la enumeración porque se sobreentienden.
También son frecuentes en este texto los casos de sustantivación producidos por la elipsis de un sustantivo: así, funcionan como sustantivos ciertos sintagmas preposicionales (“la [huelga] de 1988”), algunos adjetivos (“la [huelga] actual”) y también una subordinada adjetiva (“los [sucedáneos] que nos sirven los políticos”).
En cuanto a la repetición de estructuras sintácticas, podríamos señalar que la construcción preposición “sin” + sustantivo sirve para dar cohesión al texto, pues aparece en la primera línea del primer párrafo (“sin comida”, “sin fábulas”), en la primera línea del segundo párrafo (“sin ficción”) y en las últimas líneas del texto (“sin cine, sin novelas, sin cómics, sin series de televisión, sin culebrones”). Además de servir como un elemento cohesionador, este paralelismo también tiene cierto efecto estilístico, pues le sirve al autor para subrayar lo vacías que estarían nuestras vidas en ausencia de todos estos productos ficticios. También la repetición de una interrogación retórica similar al comienzo de ambos párrafos podría considerarse como un mecanismo que da unidad y continuidad al contenido del texto: “¿Y [se puede vivir] sin fábulas? / “¿Es imaginable un mundo sin ficción?”. La respuesta que ofrece el autor en ambos casos es negativa, aunque es más rotunda en la segunda ocasión: “Quizá tampoco” / “Definitivamente, no”.
En el nivel léxico-semántico, la coherencia se garantiza a través de la repetición,
tanto léxica como semántica. Como ejemplo de recurrencia léxica cabe citar la repetición a lo largo del texto de ciertas palabras que se relacionan directamente con el tema del mismo (por ejemplo, “fábulas” aparece en la línea 1 y en la 23; “guionistas” en la 2, en la 8 y en la 24; “ficción”, en la 12 y en la 21, etc.), así como la repetición de ciertos lexemas en palabras de la misma familia (“imaginable” e “imaginen”, por ejemplo). En cuanto a la recurrencia semántica, encontramos en el texto varios casos de sinonimia: “historias”, “fábulas” y “argumentos”; “urdir” e inventar”; “esconder” y
“disimular”; “cifra” y “números”; “comemos” y “devoramos”… También hay casos de sinonimia referencial: por ejemplo, “los guionistas” son el referente al que aluden sintagmas nominales como “esa panda de locos”, “esta gente” o “ese señor tan raro”. Millás utiliza esas expresiones con cierta ironía, haciendo hincapié en el hecho de que a las personas “normales” nos puede parecer que los guionistas llevan una vida muy desordenada o que están un poco locos.
También encontramos a lo largo del texto varios pares de antónimos (“se acuesta” frente a “se levanta”; “unos” frente a “otros”; “mañana” frente a “noche”; y, sobre todo,
“realidad” frente a “ficción”) y numerosos ejemplos de hiponimia: por ejemplo, el hiperónimo “ficción” se sustituye a lo largo del texto por numerosos hipónimos (novelas, cine, series de televisión, culebrones, cómics…), y, a su vez, algunos de esos términos se convierten en hiperónimos de otras expresiones (por ejemplo, “madames bovarys” podría considerarse un hipónimo de novela, mientras que “doctores houses” lo sería de serie de televisión).
En cuanto a los campos semánticos que predominan en el texto, es evidente la abundancia de palabras relacionadas con la ficción, ya sean sustantivos que se refieren a distintos productos de ficción (novelas, series, cine…) o a los artífices de dichos productos
(guionistas), o bien verbos que aluden a las acciones que realizan dichos artífices (urdir, escribir, inventar), etc. También pertenecen al mismo campo semántico todos los sustantivos que hacen referencia a personajes de ficción, y que Millás escribe en plural y con minúscula, subrayando así el hecho de que los propone como ejemplos de los cientos de personajes de ficción que nos acompañan a lo largo de nuestra vida: las caperucitas rojas, las anas ozores, los fraziers… Además, esta enumeración un tanto caótica le sirve también al autor para destacar el hecho de que tan ficticio es un cuento infantil, como una novela clásica de la literatura, o como una serie de televisión. Otro campo semántico secundario es el que tiene que ver con la alimentación, el otro “producto esencial” para el hombre: pan, comida, amasan, comemos, devoramos… En ese último caso, podríamos considerar que en virtud de su sentido figurado, “devoramos” pertenece a los dos campos señalados, pues su objeto directo puede ser tanto un alimento como una historia de ficción. Asimismo, hay en el texto una serie de palabras con una connotación bastante negativa, que tienen como fin enfatizar las nefastas consecuencias que puede tener en la sociedad una huelga de guionistas: “auténtica alarma”, “falta de un producto esencial”, “pánico moral”, “disfunciones en el cuerpo social”, “desplome brusco de la ficción” o “realidad a palo seco”.
Por último, son fundamentales para la cohesión los marcadores discursivos. En este texto, podríamos distinguir los marcadores de función pragmática de los marcadorestextuales. Dentro de la primera categoría, cabe destacar la presencia de una interjección cuya única finalidad es establecer la comunicación con los lectores dando por cierto o evidente la primera oración del texto de un modo bastante coloquial (No se puede vivir sin comida, claro) y de un adverbio modalizador que nos informa sobre la actitud del autor acerca de la pregunta que acaba de formular (Definitivamente, no). Dentro de la segunda categoría, podemos señalar:
- Las conjunciones coordinantes “y” (línea 1) y “pero” (línea 6), que funcionan como nexos supraoracionales, la primera con sentido de adición, y la segunda, de adversación.
- La conjunción subordinante “pues” (línea 19) y la locución conjuntiva “así que” (línea
24), que expresan consecuencia. De hecho, podría afirmarse que estos marcadores
sirven, en cierta medida, para introducir distintas formulaciones de la tesis principal del texto: la importancia de la ficción en nuestra sociedad.
Por todo ello, podemos afirmar que nos encontramos ante un texto coherente, y que a reforzar esa coherencia contribuyen variados y numerosos mecanismos lingüísticos en todos los niveles de la lengua: en el gramatical, en el léxico-semántico y, también, en el nivel textual o pragmático.

Otros textos para trabajar los mecanismos de cohesión: (Entrega voluntaria)


ESE CHICO
Ese chico no se me va de la cabeza. Hablo del muchacho que presenció sin hacer
nada la agresión de la adolescente ecuatoriana en el tren. Hemos visto una y otra vez la espeluznante escena y verificado su pasividad, la bochornosa y patética manera en que se esforzaba en mirar para otro lado. Y digo bochornosa porque, al verlo, sentías vergüenza ajena y piedad por él; y también la enorme inquietud de preguntarte qué habrías hecho tú en su lugar.
Ese chico es otra víctima del energúmeno. En su miedo paralizador es probable que
influya su condición de inmigrante. Él mismo ha declarado que estos ataques racistas son bastante comunes, y eso va creando un sentimiento de inseguridad, de fragilidad. Va comiéndote por dentro y haciéndote más vulnerable a la intimidación, más entregado a la derrota. A la propia humillación de tu cobardía. Pero es que, además, sin duda era peligroso enfrentarse a ese tipo (yo tampoco entiendo por qué el juez no encarceló a alguien tan feroz). Es peligroso oponerse a los violentos, de ahí el mérito de quienes lo hacen. Por una de esas elocuentes coincidencias del azar, el vídeo del ataque en el tren se hizo público al mismo tiempo que la historia de Daniel Oliver, el héroe de 23 años que murió de un golpe por socorrer a una chica. He aquí otro caso estremecedor que vuelve a picotearte las entrañas: ¿serías capaz de actuar como Daniel? Esa duda es inherente a la condición humana, la duda de los propios límites, la incertidumbre sobre el fondo más extremo de uno mismo: allí, en lo más hondo, ¿qué pesará más, el miedo o la propia dignidad? ¿Habrías escondido a un judío en la Alemania de Hitler? Ojalá la vida no nos ponga en una de esas situaciones límite, porque podemos reaccionar como el chico del tren. Y no sé si el pobre será capaz de superarlo.


Rosa Montero, El País, 30 de octubre de 2007

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